Tótila Albert. 26 de junio de 1958.
“No quisiera que se me considerara escultor ni poeta
profesional, más me interesa esculpir en seres humanos que en arcilla. Ni me
interesará cuando me despida, haber dejado escultura ni poesía, sino una
semilla. Las obras son sólo vehículos para que el espíritu llegue al alcance de
los sentidos. ¡Qué arrogancia la de los
autores que se creen hacedores de su obra! Nadie hace nada. Todo se hace a
través de nosotros. El Creador crea a través de nuestro inconsciente.
Hacer consciente el inconsciente, poder sumergirse como el
buzo y volver a flote.
No se trata de imponerle una forma a la realidad sino de
aceptar la forma que ella misma entrega.
El que cree crear algo nuevo, desde luego se equivoca… y muy
probablemente da señas de no estar creando, lo que hace será perecedero. Lo que
dice el poeta no puede ser sino siempre lo mismo: La Vida. ¡Y qué milagro es
que lo mismo encuentre siempre nuevas formas, infinitamente! No hay posibilidad
de decir nada nuevo, ni tampoco nada viejo. Lo que se dice es eterno, y siempre
parece recién descubierto.
- ¿No crea el padre que engendra al hijo?
- No son los padres los que crean al hijo. El hijo nace “a
través” de los padres y a pesar de ellos, a veces… Así también el arte, por
mucho que la consciencia del vivo se esfuerce, sólo puede producir una
imitación. Nunca crear. Cosechamos lo que nació sembrado en nosotros. Lo que
interiormente cosechamos, exteriormente se siembra. Si no se nos permite
cosechar lo que sembramos, queda el consuelo, al irnos, de que otros
cosecharán. Cada uno explora en su pozo. Todos sacamos la misma agua.
Somos el autoespejo del Universo. Algún día descubrirán que
lo raro del genio es su normalidad. En la poesía no se trata de la descripción,
sino de la vivencia de los fenómenos. Lo encuentran difícil, y les cuesta
comprender que soy completamente objetivo. Me dicen que hablo conmigo mismo,
por supuesto que lo hago, y nada valdría si no lo hiciera, pero el ser con
quien hablo está en los otros tanto como en mí. Si así no fuera no habría arte.
No escribo “obras”. No invento símbolos.
Me
escribo a mí mismo y soy símbolo: cada ser humano es símbolo viviente del Ser.
Dejan de serlo cuando dejan de ser lo que son. Les roban su propio yo,
educándolos en la forma como se domestican los animales. Así es la vida –dicen–
pero la vida no es así. Ya sabemos de la historia que se puede hacer del hombre
lo que se quiera; pero no se ha aprovechado este conocimiento para lo único que
valdría: dejarlo ser lo que él quiere. Al hombre tal como sería, entregado a su
libre desarrollo, no lo conocemos. Podemos vislumbrarlo y preparar su
advenimiento”.
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